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lunes, 19 de noviembre de 2012

Porque los pensamientos y sentimientos pueden tomar forma con tinta y papel en unas cuantas líneas.



Porque los pensamientos y sentimientos pueden tomar forma con tinta y papel en unas cuantas líneas.

Si, cada nuevo día nos trae una nueva tanda de mentiras, las peores son las que nos contamos a nosotros mismos antes de dormir, las susurramos a oscuras y decimos que somos felices, o que él es feliz, que podemos cambiar o que él cambiará de idea, nos convencemos de que podemos vivir con nuestros pecados o de que podemos vivir sin él. Si, cada noche antes de dormir, nos mentimos a nosotros mismos con la esperanza absolutamente desesperada de que al amanecer todo se hará realidad



Miras el reloj, son las cuatro y veinte de la mañana tan solo han pasado dos minutos desde la última vez que lo miraste, pierdes cualquier esperanza de ser capaz de dormir esta noche. Te desesperas, te sientas en la cama te revuelves el pelo, suspiras y te vuelves a tumbar. Miras cada rincón de tu habitación, suspiras una y otra vez, tan solo oyes el tic-tac del reloj que se pone de acuerdo con el ritmo de tu corazón. No puedes evitar recordar su mirada, aquellos ojos azules que tanto brillaban, su pelo aquel que tanto te gustaba acariciar una y otra vez , su sonrisa, que tantas sonrisas te ha sacado, sus ganas de vivir la vida, de las que te contagiaste tiempo atrás y entonces una lágrima cae por tu mejilla hasta llegar a tu almohada. Esa pequeña lágrima viene acompañada de otras, te secas los ojos, mientras te muerdes los labios. Sientes que ya no puedes más, que la vida se te escapa si no estás con él, que darías cualquier cosa por tenerle cerca y por abrazarle tan fuerte que no se pudiera ir nunca más.

Porque parece que mientras más te vas, menos ganas tienes de regresar. Es muy fácil dejar los pensamientos desordenados, y las necesidades básicas como principal prioridad. Olvidar que hay veces que la tristeza logra colarse por la ventana, sobre todo en estas noches de calor en que sólo queda dejarla abierta y que las luces de la ciudad entren a raudales en la habitación. Mirar las calles desiertas y darte cuenta que tu compañía para la soledad se encuentra muy lejos de aquí. Que no hay tantas estrellas, que me sobran los dedos para contar deseos. Que hay momentos en que vuelves a querer escapar, a dónde sea, el único requisito es no pensar, y no arrepentirse nunca. Esperar a que todo vuelva a estar en orden, escoger bien el andén y esperar un siguiente tren. Llenar la maleta de emociones que se quedaron impregnadas en millones de fotos, de nuevas ilusiones, y sobre todo de saber que a veces no necesitas de nadie más que de ti misma.

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